miércoles, 1 de septiembre de 2010
Lo local y lo universal
Una de las cosas que mas me gustan de viajar es el vouyerismo ocasional. Voeyeur de lo cotidiano no de lo erótico. Sin haberlo expresado ni dándome cuenta de ello creo que una de las cosas más fascinantes de viajar es la de observar la rutina de los demás. Asomarse a las horas, las penas, los minutos, las prisas... Me fascina la cotidianeidad de la puerta entreabierta a traves de la cual se vislumbra a la señora cosiendo o al niño dibujando. Me subyuga ver al monje rascándose entre mantras o al pescador fumando a la sombra y jugueteando con un cachorro.
La foto de esta entrada es la de uno de los muchos cruces de caminos de Saigón. Yo estaba paseando y me paré a fumar un pitillo. Era hora punta. La gente iba y venía frenéticamente, me miraban de reojo y seguían su camino. Chispeaba. Me senté en un puestecillo de té de sillas verdes diminutas. Y me quede así por un rato. Casi podía escuchar lo que pensaban los motoristas, lo mismo que en cualquier ciudad, supongo: "vaya locura de tráfico...que cara está la vida y el Dong no se para de devaluar... quizás se ha enfadado por lo que he dicho... de hoy no pasa y mañana la llamo... que lejos pilla el mar..."
Luego me acabé el té, hice la foto y me fui con mis pensamientos a otra parte y a otro cruce.
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